13 de octubre de 2008

Razón para la vida

El sentido originario en que algo es problema para el hombre, no posee carácter intelectual ni mucho menos científico. Sino al revés: porque el hombre se encuentra vitalmente, esto es, realmente perdido entre las cosas y ante las cosas no tiene más remedio que formarse un repertorio de opiniones, creencias o actitudes íntimas respecto a ellas. Con este fin moviliza sus facultades mentales, construyendo un plan de atenimiento frente a cada una y a su conjunto o universo. Este plan de atenimiento es lo que llamamos el ser de las cosas.

Por consiguiente, no hemos venido a la vida para dedicarla al ejercicio intelectual, sino viceversa; porque estamos, queriéndolo o no, metidos en la faena de vivir, tenemos que ejercitar nuestro intelecto, pensar, tener ideas sobre lo que nos rodea, pero tenerlas de verdad, es decir, tener las nuestras. No es, pues, la vida para la inteligencia, ciencia, cultura, sino al revés, la inteligencia, la ciencia, la cultura no tienen más realidad que la que les corresponda como utensilios para la vida. (Ortega y Gasset: Esquema de las crisis, cap. IV).

Luz sobre el horizonte. De Lourdes Sierra Tejada

Desde mi juventud he dicho que, si tuviese un escudo y en él una divisa, sería, con letra pequeña, esta: “Por mí que no quede”. (Julián Marías)

¿Qué sentido tienen estas consideraciones internáuticas e interpersonales que me dispongo a hacer? Es para mí una intención principal al escribir que mi ejercicio de la razón pueda servir para una vida mejor, más honda y verdadera, más intensa y vital, para mí mismo y acaso para otras personas si acompañan el acierto propio y la generosidad ajena. La razón es propia del hombre, mas no hay que olvidar que también es para el hombre, so pena de convertir en poco humana esta gran potencia que realmente es humanizadora.

Aclaro que he preferido hablar en el título de razón más que de pensamiento porque ese concepto expresa más exactamente lo que pretendo. La razón, es decir, el pensamiento racional, es sólo uno de los tipos de pensamiento posible. Y es el que pretendo usar a fondo con su finalidad propia, es decir, para tratar de captar y capturar la realidad, de una forma plenamente humana: atrapándola con las telarañas que teje la razón con sus consistentes hilos que todo lo conectan.

Razón para la vida es, para empezar, una razón para mi vida, la actual concreción de uno de los proyectos personales que le dan su sentido. Porque un quehacer importante para que me valga la pena mi vida es el afán de encontrar y expresar mi personal interpretación de la realidad que me afecta y me interesa, la respuesta fundamentada y fundamentadora a mi circunstancia; y entiendo esta última en el más amplio sentido –el que le daba Ortega-, el cual alcanza a todas las realidades que, a diversas distancias, rodean al propio yo, desde este mi cuerpo que ahora uso para escribir hasta lo que llamamos el Universo.

He de añadir que siempre me ha importado personalmente que en el enfrentamiento dramático y teórico con la realidad, cuyo paso primero es su interpretación, se va forjando una personalidad más auténtica y de mayor hondura. Creo, efectivamente, que el uso frecuente y a fondo de la razón es decisivo en el logro de un alto grado de autenticidad personal, y ello en todas las dimensiones biográficas en las que nos ponemos, tanto en la vida privada como en la pública. Permite ver la realidad más profunda y personalmente y por tanto vivir de igual modo, pues de nuestras visiones y maneras de entender la realidad partimos para vivir.

Ciertamente, el requisito es que se use real y rectamente la razón, mirar con ojos abiertos y veraces la realidad, intentando entenderla, no sustituyéndola por prejuicios o ideologías, ni por conveniencias autocegadoras o por inercias mentales. Cuántas veces usa mejor la razón en su ámbito una madre respecto a sus hijos o un humilde maestro en relación con sus pequeños aprendices que un intelectual o un político en sus tareas propias; tal vez porque los primeros realicen sus humanos quehaceres con amor comprensivo y porque, por ejemplo, los últimos estén atrapados en tendencias dogmáticas o en un utilitarismo desdeñador de la realidad.

Desde mi adolescencia he tenido cierta tendencia a pensar y escribir, con mis no pocas limitaciones, variables con la edad. Pero mis motivaciones primeras siguen actuando vigorosamente en mi actual pensamiento y escritura, lo cual no es de extrañar porque ellas constituyen una función eminente del pensamiento: impulsar y mejorar la vida de quien lo ejerce, comprender y responder sus problemas y posibilidades, imaginar y crear sus trayectorias y sus reformas. “Cuanto más lo pienso –meditaba Goethe-, más evidente me parece que la vida existe simplemente para ser vivida”; yo entiendo que para ser vivida no de cualquier manera sino lo mejor que podamos, pues al inmenso valor que tiene la vida hay que corresponderlo aprovechándola y entregándonos a ella a fondo. Y ello exige pensar lo necesario para orientarnos y ejercer nuestra libertad en tal sentido.

Este afán de mejora de la vida para hacerla más intensa, auténtica y justa se ha de notar en estos escritos. Y no penséis sólo en la vida más estrictamente personal o privada sino que espero escribir también de asuntos de vida pública, ya que una de las dimensiones vitales de la persona es la que da a la sociedad, al mundo en que vive, en definitiva el ciudadano que es.

Otro motivo que también justifica el título de esta bitácora es algo que no se debe olvidar: que la teoría es para la práctica; lo cual es tan cierto como que no hay una práctica suficientemente buena que no esté fundamentada en una buena teoría, en el saber ver e interpretar acertadamente las cosas. Un “acierto práctico” sin este fundamento en una buena visión tiene los pies de barro y puede fácilmente quedar inservible ante cualquier variación de la situación, de ahí su insuficiencia. Pero apenas serviría de nada quedarse solamente en esa fundamental respuesta teórica: al ser la razón para la vida y estar por tanto en ésta la justificación y la función de aquella, lo decisivo para cada cual es ir acertando con lo que hace en –y con- su vida. Esta es, pues, una decisiva finalidad de mis escritos, me sirven para vivir como mejor creo y puedo, para hacer lo que tengo que hacer. Y, al servirme a mí, tal vez mis pensamientos y visiones puedan ser útiles también para hacer reflexionar a alguien más.

Pretendo, por tanto, que mi pensamiento pueda servir para entender mejor y, no menos, para ser mejor y para vivir mejor. Por eso, a la par que intento comprender, capturar con la razón parcelas de realidad viva, no es para mí menos importante llevar a la realidad mi pensamiento, vivirlo, ser consecuente con él, no conformándome con dejarlo escrito. Insisto, lo que más importa es la vida, saber vivir acertadamente, y ello es lo que justifica el pensar. Tanto es así para mí que se me pasó por la cabeza llamar a estas páginas Para una vida óptima.

No podían faltar en el comienzo de esta aventura intelectual y vital aquellos a quienes considero mis grandes maestros en el uso de la razón e inspiradores de una parte importante de mi visión de la vida. Por eso me ha complacido convocar, a través de sus palabras, a los filósofos Ortega y Marías, quienes significan para mí una perenne llamada al valor, la autenticidad y la responsabilidad.

Estos dos geniales hacedores de la penetrante visión de la filosofía de la razón vital, son los autores del descubrimiento y profundización de la verdadera realidad de la razón y de su inseparable conexión con la vida, de la que íntimamente deriva.

Desde mi modestísima persona, pese a mis grandes limitaciones pero por mis necesidades e ilusiones, me propongo ir avanzando en la comprensión de la realidad que me importa y en la intensificación y hondura de la vida, así cada vez mejor entendida y vivida; como el pensamiento auténtico está íntimamente ligado a la vida, ejercerlo a fondo lleva, a la par, a un incremento de la comprensión y al crecimiento personal. Así sea.

[Imagen: Luz sobre el horizonte. De Lourdes Sierra Tejada]

 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Elevados pensamientos.... para un espíritu elevado. Le felicito por su reflexión, a la cual me adhiero: quien tiene una Razón para vivir, es capaz de soportar cualquier Cómo... pues al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas - la elección de la actitud personal que debe afrontar frente al destino - para decidir su propio camino.

Anónimo dijo...

Gracias. También yo me adhiero a sus palabras. Me agrada contar con un lector -o lectora- que aporta tal reflexión. Y añado que precisamente las elecciones personales con que hacemos nuestra vida son tanto más nuestras, más auténticas, cuanto más están tomadas desde nuestro personal y efectivo uso de la razón. Esperemos que estas páginas puedan servirnos para plantear acertada y razonablemente cuestiones que nos puedan interesar.