Os pido que imaginéis la siguiente situación. No importa cuál sea su verosimilitud, la posibilidad de que se dé realmente. Sencillamente se trata de una experiencia que, bien hecha, podría ser fecunda, tener positivo valor vital. Especialmente para quienes sean escépticos ante la posibilidad de convertir el entusiasmo en una actitud permanente, con la cual llenar de vida la vida, que comenté en mi artículo anterior. Podríamos decir que a los que crean que no se puede hacer esto, les propongo una manera concreta de que hagan un poder, por usar una estimulante expresión española.

Pues bien, imaginad que vuestra vida está amenazada, de tal forma que si no cumplís cierta condición que os han puesto para que realicéis en todas las horas de ella –se entiende, mientras estáis despiertos- la perderéis, no podréis seguir viviendo; vuestra vida depende, pues, de que logréis cumplir suficientemente una condición.

¿Cuál es esa condición? Que viváis cada una de vuestras horas con entusiasmo, que lo inyectéis una y otra vez en vuestras venas vitales; tendríais, pues, que intentar afrontar con esa actitud todo lo que hacéis y os afecte como personas, y ello incluiría, consecuentemente, seleccionar las actividades y estar en las circunstancias y con las personas más susceptibles de posibilitar ese vuestro entusiasmo personal; no os permitiríais descanso en la faena, pues os iría la vida en ello. Imaginad que de verdad no cupiera escape, que vuestras acciones y actitudes estuvieran permanentemente controladas, por ejemplo por cámaras omnipresentes, que también vuestro interior fuera conocido, como si pudiera haber máquinas que hicieran saber, a quien va a decidir en cada hora si habéis superado cada prueba de entusiasmo, qué habéis pensado y sentido realmente; en suma, que sois vistos como teóricamente debe sentir que es visto un cristiano por el Dios en el que cree, sabiéndose en todo momento mirado por dentro y por fuera.

¿Os podéis imaginar de veras hasta qué extremos se podría vigorizar nuestra vida, de qué seríamos capaces,Aitana de victor_nuno qué logros que podrían haber parecido increíbles obtendríamos con esa actitud de máxima entrega y vitalidad? En una situación así, no nos dejaríamos llevar por la pereza o la comodidad, ya que no estaríamos dispuestos a ceder ante nada si en verdad nos fuera la vida en ello. En cada situación, para cada tarea, en cada momento, seríamos afanosos buscadores de lo entusiasmante, de lo valioso, y, sobre todo, lograríamos el gran poder de infundirnos a nosotros mismos pensamientos y sentimientos de entusiasmo, aprenderíamos la capacidad de obtener de nuestra realidad ese viento poderoso, capaz de dar intenso empuje a cuanto toca.

Una alternativa dentro de esta propuesta sería escoger una motivación que fuese, en lugar del peor de los castigos (perder la vida), el mejor de los premios. Piense cada cual en algo que pueda desear fuertemente, que le pueda dar una gran felicidad. Y ejérzase esta forma que sugiero de tomar cada paso de la vida, como si el premio de actuar así fuese lograr esa fuente de felicidad, ese gran deseo personal. Puede incluso ocurrir que esto no tenga nada de imaginario, que lo que nos encontremos practicando sea principalmente la entrega entusiasta a un proyecto vital para nosotros, y que precisamente al actuar del modo que indico, estemos afrontándolo dando lo mejor de nosotros mismos y, por tanto, jugando nuestras mejores cartas para conseguirlo. El premio puede ser, de este modo, palpablemente real.

Sin duda, se pueden hacer muchas cosas para mejorar la propia vida, y en estas páginas podréis ver sugeridas y comentadas algunas de ellas. Pero si tuvierais que hacer tan solo una, si solamente os pudierais quedar con una única inspiración, con una sola guía, si vuestra vida hubiera de consistir en cumplir un solo mandamiento, creo que uno de los mejores aconsejables sería éste: hacer cuanto esté en vuestras fuerzas y en vuestra alma para insuflar entusiasmo a cada hora de vuestros días. Me atrevería a decir que una gran parte de todo lo demás que podéis mejorar y desear se os daría “por añadidura”. Ciertamente, esta inspiración estaría basada en que el entusiasmo, sobre todo cuando no es superficial, suele derivar de alguna forma de amor.

Os invito a intentarlo. Tal vez descubráis que no hay manera más grande de vivir que... desvivirse; ponerse en cuerpo y alma, con todas nuestras ganas, en todo aquello a que nos dedicamos personalmente, luchando, sin desfallecer, por las realizaciones que pueden hacer que nuestra vida valga; y, sobre todo, nos valga la pena.

[Fotografía: Aitana. De victor_nuno, en Flickr]

0 comentarios: